COMO SE CAMBIO EL CEREBRO
DE RUBEN DARIO
POR EL DE UNA SOMOTEÑA
I PARTE.
"Aquella misma noche el doctor Debayle y su compañero procedieron a hacer la autopsia y el embalsamamiento de mi cuerpo. Conservaron el corazón pero las otras vísceras fueron enterradas en el cementerio de Guadalupe, al lado del sepulcro de la tía abuela Bernarda. No contentos con lo hecho, los dos médicos extrajeron una horas después mi cerebro, y Debayle, diciendo que lo quería para hacer un estudio, se escapó con él. Andrés Murillo, al enterarse de lo sucedido, le hizo detener por la policía y hubo un altercado brutal. Mi cerebro fue depositado en la Dirección de la Policía en espera de una decisión del Gobierno. Éste resolvió entregárselo a Rosario, quien, a su vez, lo confió a otro médico rival de Debayle." (Fragmento de la novela “Yo, Rubén Darío”, Memorias Póstumas de un Rey de la Poesía” de IAN GIBSON, Madrid 2002)
Mucho
se ha escrito sobre el cerebro de Rubén Darío, sobre todo los hechos penosos
que se suscitaron una vez que se le hizo la extracción por el Dr. Luis Henry
Debayle y su discípulo el Dr. Escolástico Lara, cuando el malévolo cuñado del poeta Andrés Murillo, con fines
nada científicos, se lo arrebató violentamente a Debayle, lo que ocasionó,
mientras se dilucidaba la situación, que
la noble víscera quedara “detenida” en
la Dirección de Policía de León, hasta que las autoridades de Managua
determinaron, insólitamente, se entregara a la familia Murillo.
Presentamos
en esta edición un extracto del
magnífico artículo del Dr. Salvador Pérez Grijalva escrito en la Revista
Enfoques, donde se desenreda toda esta madeja y se establece qué tuvo que ver, en forma pasiva en el asunto, una “humilde mujer venida de lejano lugar”
–somoteña, según se verá adelante- lo
que conocerán, apreciados lectores, en
su momento. También el Dr. Pérez Grijalba
asegura con propiedad dónde quedó el
cerebro de Darío, pues él, como alumno
del Dr. Escolástico Lara, participó en la autopsia y tuvo conocimiento de
hechos, que juró no revelar en vida de los doctores Debayle y Lara, juramento
que cumplió a cabalidad.
Como
se han tejido innumerables versiones sobre el cerebro de Darío, su
autenticidad, su paradero, consideramos
digna de la mayor credibilidad la del Dr. Pérez Grijalba por las razones
apuntadas en el párrafo anterior y otras que,
constituyen un sólido sustento y se irán develando a lo largo de este
artículo.
II PARTE
En nuestro artículo anterior,
ciñéndonos al relato del Dr. Salvador Pérez Grijalba, médico que participó en
la autopsia y extracción del cerebro de Rubén Darío dirigida por los doctores
Luis Henry Debayle y Escolástico Lara, referíamos que el cerebro del panida fue
cambiado, operación ejecutada por el primero y ordenada por los últimos.
En esa relación el doctor Pérez Grijalba afirma, que él fue testigo presencial de la autopsia, en la que
tomó parte como practicante de medicina y discípulo de los maestros doctores
Luis H. Debayle y Escolástico Lara.
La intervención del joven practicante
de medicina fue más allá, siempre obedeciendo las órdenes de sus preceptores
Debayle y Lara, pues llegó incluso a la
extracción de otros cerebros en el Hospital San Vicente de León, todo con
la finalidad de evitar que el cerebro de Darío cayera en manos de los inescrupulosos
que pretendían traficar con él con abyectas finalidades.
El frío relato del doctor Pérez
Grijalba en el que se refiere la extracción del cerebro de Rubén, así como la
de otros cerebros para proceder a realizar el cambio, pareciera un suceso tomado de las páginas de esas novelas de ciencia
ficción, donde en el silencio sepulcral de la noche, maléficos científicos extraen cerebros para
trasplantarlos a otros seres humanos con aviesas pretensiones. Sin embargo, vemos que aquí, el caso de
las extracciones, si bien se hace en
forma subrepticia, no obedece a pérfidas
maquinaciones con finalidades de lucro o algo parecido.
DEBAYLE Y LARA: PERSONAJES DE INCUESTIONABLE REPUTACIÓN.
El doctor Salvador Pérez
Grijalba, consciente de la gravedad de estos hechos, los justifica con la noble finalidad
que lo han impulsado a realizarlos y comparte la responsabilidad con sus
maestros, a la sazón los directores intelectuales, de quienes escribe una semblanza en el mismo
artículo, donde con rotundidad de argumentos exalta la reputación de ellos:
conspicuas figuras del mundo de la
ciencia y personas de inobjetable
hombría de bien. Dice de ambos galenos:
“…Figuras científicas vigorosas de
Nicaragua, de alto kilataje (sic) moral y virtudes ciudadanas. Ninguno de mis compañeros ha conocido a los
profesores Debayle y Lara como yo, por haber convivido con ellos en la comunión
de la idea y ajetreos profesionales cerca de 20 años; nadie como yo, ha
conocido de sus afanes y preocupaciones científicas, sus grandezas y
debilidades y es por eso que me considero con derecho a hablar de ellos. Por viejos vínculos de amistad de nuestros
padres tuve la oportunidad de estar al lado del Dr. Debayle desde que inicié
mis estudios profesionales, luego como interno de la sala “Debayle” en el
Hospital “San Vicente” de esta ciudad y después como Interno de su Casa de
Salud en unión del Br. Sérvulo González.
Esa Casa de Salud que él fundó recién llegado de Francia, era el centro
de sus actividades a donde concurrían los enfermos de toda la República y aun
fuera de ella; esa casa de gloriosa recordación donde manifestó el maestro de
manera singular su poderosa y privilegiada inteligencia, la habilidad y firmeza
de sus manos; esa casa que poseía un museo patológico, el mejor de la
República…… Con el Dr. Lara me unieron los vínculos del afecto, antes de
iniciar mis estudios profesionales me llamó para ponerme al frente bajo su
dirección del magnífico laboratorio clínico, el primero en su género en
Nicaragua, que había traído de Hamburgo e instalado en su bien equipada
clínica”.
“Debayle y Lara son los abanderados
del movimiento científico en Nicaragua.
Debayle fundador de la nueva
escuela, innovador en el campo de la cirugía.
Lara, su discípulo predilecto e inseparable durante más de 30 años. Para apreciar la labor y reconocer su
verdadero valor y mérito, necesitamos colocarnos en aquella época en que les
tocó actuar. Veamos el estado en que se
encontraba la Medicina y la Cirugía en la última mitad del siglo pasado. Las ideas que reinaban, cómo eran los
hospitales en toda la República, para convencerse de la magna obra y ardua
tarea realizada. Repito aquí lo que
tantas veces me refería el doctor Lara para exaltar la obra de su maestro”.
“Desde la renovación llevada a cabo
por el Dr. Debayle en el campo médico quirúrgico, nuestra Escuelas de Medicina
no ha dejado de marchar constantemente a la par de la evolución
científica. Todo nuevo conocimiento que
sale a luz es recogido por sus catedráticos y transmitido a la legión
estudiantil.”
Con semejante presentación de
credenciales que hace el Dr. Pérez Grijalba de sus eméritos preceptores, en las
que ha incluido sus numerosos estudios en instituciones europeas, honrosos
galardones, distinciones y cargos honoríficos, membresía en reputadas
sociedades y congresos médicos, deja clara la percepción de que hombres de semejante estatura científica
y moral solamente toman decisiones que atañen al bien común.
PREPARACIÓN PARA LA AUTOPSIA.
Refiere el doctor Pérez Grijalba que
la noche del 6 de febrero, cuando agonizaba el bardo, el Presidente de la Junta
de Beneficencia ordenó al estudiante
Br. Francisco Baltodano C., Interno del Hospital, trasladar
a la casa mortuoria el instrumental necesario para la autopsia y
embalsamamiento, lo que cumplió inmediatamente, pues llegó acompañado de otros
compañeros de su curso de Medicina que pretendían presenciar el acto. Sin embargo se regresaron desilusionados, ya
que por disposición superior no se les permitió en su momento presenciar la
autopsia que principió a las 12 de la noche y terminó a las 5 y media de la
mañana del día 7.
La reacción de los frustrados
estudiantes no se hizo esperar y al día siguiente expresaron su protesta por la
prohibición de que fueron objeto, aduciendo que fue motivada por el temor de un
fracaso en el diagnóstico de nuestros maestros, que era de Cirrosis hepática,
en contradicción de lo que habían diagnosticado antes los galenos guatemaltecos
que era Tuberculosis pulmonar.
PROCEDIMIENTO EN LA EXTRACCIÓN DEL CEREBRO.
La noche del 7 de febrero, una vez
concluida la velada fúnebre de esa fecha, se trasladó el cadáver a la casa
mortuoria para proceder a la extracción del cerebro. La operación duró unas 3 horas, pues inició a
eso de las 2 de la mañana y terminó como a las cinco del día 8.
De acuerdo con las notas y apuntes
del doctor Escolástico Lara, la extracción del cerebro se realizó así:
“Para el cerebro, introduciremos en la nariz
un trocar fino y con un golpe moderado romperemos la tabla del etmoide,
penetrando así en la cavidad craneana para introducir con facilidad la
inyección y luego la solución de picro formol, con el objeto de endurecerlo y
que conserve su forma ya fuera de la cavidad.
Para esto hay que dejarlo varias horas. (A Rubén se le extrajo el
cerebro a las 24 horas). Para extraer el
cerebro, haremos la incisión corriente del cuero cabelludo, transversal, al
nivel de los conductos auditivos externos.
Disecaremos hacia adelante, hasta las cejas y hacia atrás, hasta el
occipucio. Después haremos el corte
común del cráneo para levantar la bóveda, etc., etc. Haciendo el corte en su lugar de elección
previa ligadura, etc. Luego colocaremos
algodón impregnado de bálsamo, etc. Reposición de la bóveda y sutura del cuero cabelludo. Revisaremos las suturas, haremos la limpieza
del cadáver, procediendo enseguida a envolver con bandas de franela impregnadas
de la mezcla de bálsamo del Perú, mirra, etc., ajustándolas bien al cuerpo, dejando
libres únicamente las manos y la cabeza.
Fijamos las bandas con alfileres y luego haremos el tocado con polvo
facial, pintura o colorete, perfumes, etc.
Conforme. E. Lara”.
LA EXTRACCIÓN DEL CEREBRO Y LA
ABUSIVA INTROMISIÓN DE ANDRÉS MURILLO.
Relata descriptivamente el doctor Pérez Grijalba los trascendentales momentos de la
extracción de la preciada víscera:
“Efectuada por las manos hábiles y expertas
de mis maestros que deseaban no maltratar en lo mínimo la noble víscera, para
conservarla íntegra, como una reliquia, en nuestra centenaria Universidad. Momento solemne fue el contemplar el cerebro
recién salido de la caja craneana. Qué
emoción me embargó al recibir de manos de mis maestros el cerebro para pesarlo
y medirlo. El cerebro y el líquido
inyectado, todo en conjunto pesó 1,415 gramos.
Medido solo el cerebro tenía de longitud 18 centímetros, anchura 15
centímetros y altura 14 centímetros.
Colocar el casquete y suturar, etc., cuando vino lo inesperado: Andrés
Murillo, el intruso penetró furtivamente al recinto y con garra felina las
clava en la noble y delicada víscera
saliendo precipitadamente, corre tras él el Dr. Debayle con las manos
enguantadas para rescatar la preciosa presa.
Se entabla la lucha, ¡Qué horror! Ya en la calle se oyen las voces
de varios vecinos y transeúntes sobresaliendo la de Debayle sonora y lapidaria
que decía: ”¡Suéltalo! ¡Bárbaro!”. Entra
un gendarme con el cerebro en las manos y lo coloca en un azafate de la mesa
próxima. Bastaron diez minutos para
deformarlo; ahora parecía una gorra de los cadetes Saint Cyr. Al romperse las ligaduras y desgarrar la masa
y los vasos, todo el líquido se escapó.
Debayle tenía el delantal manchado por la solución inyectada. El Dr. Lara exclamó: “todo nuestro trabajo ha
sido inútil por la incomprensión”. El cerebro
fue llevado por el gendarme a la Dirección de Policía donde permaneció más de
dos horas, esperando órdenes de Managua; al fin fue entregado a Murillo. Entre tanto el señor Murillo lanzaba amenazas
de muerte al Profesor Debayle.
EL PLAN PARA CAMBIAR EL CEREBRO. CÓMO SE REALIZÓ.
Cuando se tributaban las honras
fúnebres del excelso Príncipe de las Letras Castellana en los primeros días el cerebro del vate, según
Murillo de su propiedad, se exhibía
públicamente y el doctor Debayle, preocupado por la infamia que el perverso
individuo pretendía con su negociación, llegó a la conclusión de que no debían
quedarse de brazos cruzados permitiendo al codicioso cuñado salirse con la
suya. Fue así que concibió la audaz
idea de cambiarlo, para lo cual
llamó al doctor Pérez Grijalba con quien conversó en su cuarto de su
biblioteca. Sobre esta secretísima
plática el discípulo escribió lo
siguiente:
“Espero me ayudes, debes actuar con rapidez,
necesitamos un cerebro para hacer el cambio; no debemos permitir que el cerebro
de Rubén nos lo arrebaten; es nuestro, de nuestra Universidad; pero
antes prométeme una discreción absoluta, te lo pido en nombre de tus adorados
padres, no debe decir ni una palabra de este asunto mientras yo viva, mira que
Andrés es capaz de todo. El Dr.
hablaba muy nervioso, emocionado yo
únicamente me limité a decirle: Sí, maestro, así lo haré (rogando a Dios poder
cumplir”.
EXTRACCIÓN DE OTRO CEREBRO. PRIMER
PASO PARA EL CAMBIO.
Con visible gravedad en su rostro,
el joven estudiante de Medicina Salvador Pérez Grijalba se despidió del
doctor Debayle sumamente preocupado, pero decidido a cumplir la delicada
comisión encomendada. Lo primero que
hizo fue buscar información en el Hospital San Vicente y al efecto se contactó
el miércoles 9 con el Br. Ramón Herrera Ruiz,
el interno de turno, quien le
informó que había una paciente a punto de morir. El propio día jueves 10 de febrero, en horas de la mañana, se anunció su deceso y se avisó a los alumnos
de disección que había un cadáver para los que deseaban trabajar. El Dr. Pérez Grijalba refiere así el asunto
en su nominado escrito:
“Trabajamos las horas reglamentarias
y esperé el silencio de las horas vespertinas para, calladamente, acompañado
del silencio de la sala, hacer la extracción del cerebro, tan deseado por las
circunstancias, de una mujer humilde venida de lejano lugar. El cerebro era voluminoso debido al edema,
apropiado para hacer el cambio. Se trataba
de una mujer que había ingresado al Hospital el día 6 de febrero en estado
comatoso, sin otro dato más por su estado mental. Falleció el día 10 a las 7 de la
mañana.” El interno de turno en esa fecha, Br. Rodrigo
Quezada expidió el correspondiente certificado de defunción de la infortunada
mujer que llegó a morir lejos de su amada tierra.
CERTIFICADO DEL HOSPITAL y RESULTA
QUE, LA DIFUNTA ERA ORIGINARIA DE
SOMOTO.
En el mes de enero de 1941, a
solicitud de parte interesada se extendió el documento que literalmente dice: “CERTIFICACIÓN.
La suscrita Superiora del Hospital San Vicente certifica: Que en el Libro de Defunciones años 1,913 a
1,924 hay una partida correspondiente al 10 de Febrero de 2016 que literalmente
dice: Febrero 10 1,916. A las 7 a.m.
falleció de hemorragia cerebral, MARÍA RUIZ, parecía como de 50 años, se ignora
cuáles eran sus padres. Costurera. NAT.
DE SOMOTO. Esta enferma entró el día 6
del mismo mes y año según consta en el Libro de Entradas años de 1,915 a 1,922. A solicitud de parte interesada extiendo la
presente en la ciudad de León a los nueve días del mes de Enero de 1,941.- (f)
Sor Matheu. Superiora del Hospital San Vicente- Aquí un sello- (Hago constar
que el primer certificado extendido el 12 de Febrero de 1,916 por Sor Babled,
entonces Superiora, se me traspapeló).
El doctor Pérez Grijalba refiere que
el cerebro de la somoteña María Ruiz lo entregó en horas de la noche de ese
mismo día 10 de febrero, ocultándolo en la clínica del Dr. Escolástico
Lara. Inmediatamente se procedió a
realizar el cambio de cerebro y se recuperó el de Rubén Darío.
En
carta del Dr. León Lara Manning (hermano del doctor Alejandro Lara Manning),
muy recordado por lo somoteños, escrita a “Novedades” en noviembre de 1959, expresó: que “La inquietud científica del Dr. Debayle no tenía límites y su padre
–el doctor Escolástico Lara- acompañaba a Debayle como un hijo a su padre. Para
ellos no fue pecado cambiar el cerebro de Rubén Darío, para que no cayera
en manos profanas, esto es, no científicas.
Estoy seguro que ellos jamás pensaron que el cerebro sería remitido al
Dr. Martínez (Juan José), quien es para Granada lo que Debayle era para León;
mucho menos pensaron que escribiría sobre el “falso cerebro”. “Existe un testigo presencial –continúa la
carta- de estas cosas que entiendo que tiene datos precisos sobre el particular
y que no he visto citado. Se trata del
doctor Salvador Pérez Grijalba, quien vive en León y fue alumno de mi padre y
tomó como estudiante parte activa en estos hechos. Le sugiero que invite el doctor Pérez
Grijalva para que tome parte en esta discusión”.
La
exhortación del doctor León Lara motivó al Director de “Novedades” a
comunicarse con el doctor Pérez Grijalba,
que le contestó lo siguiente: “En respuesta a su mensaje telegráfico del
día de ayer, en relación con la encuesta que el diario “Novedades” ha promovido
para averiguar el paradero del cerebro de Rubén Darío, que fue extraído en
ocasión a la autopsia que le fue practicada inmediatamente después de su
fallecimiento, manifiesto a usted que siento muchísimo que estos
acontecimientos tristes sean removidos
ahora, por cuanto la disputa promovida sobre la posesión de la noble víscera
causó en su tiempo grave perjuicio a la reputación de los nicaragüenses en el
exterior y los libros y referencias que se han escrito sobre la muerte del
poeta, nos dejan muy mal parados por la macabra historia del embalsamamiento y
posesión de sus despojos. Debo
manifestarle, que como testigo presencial de la autopsia, en la que tomé parte como
practicante de medicina y discípulo de los maestros Doctores Luis H. Debayle y
Escolástico Lara y también cómo
participé de la extracción de otros cerebros realizadas en el Hospital San
Vicente de esta ciudad para despistar la codicia de quienes querían traficar
con el auténtico de Rubén, puedo
afirmar, que estoy en condiciones de identificar sin lugar a dudas ese cerebro,
ayudado no solamente por mi memoria, sino que también por las notas tomadas en
aquella ocasión y en las incidencias que posteriormente se suscitaron, notas
que conservo, labores de autopsia,
conservación del cadáver, de las vísceras y de los métodos empleados por mis
maestros para el buen éxito de su trabajo.
Deseo aclarar que no podría por ningún punto iniciar la referida identificación
sin que antes, el supuesto cerebro si existiera en poder de alguien no se
entregara de previo a la Universidad de León, pues este fue el encargo de mis
maestros Debayle y Lara, cuya disposición expresa fue la de que en la
Universidad quedara el cerebro del excelso Poeta, para ser venerado,
reverenciado y expuesto a los que con disposición respetuosa y digna lo
contemplaran y se evitara así el macabro espectáculo de verlo rodar y ser
disputado por quienes no estaban ni están en capacidad de comprender la nobleza
de las intenciones de mis queridos y referidos maestros, a quienes ayudé en
todo momento en la enfermedad, muerte y autopsia de Rubén”
En
su referido artículo de la mencionada revista el doctor Salvador Pérez Grijalba
manifiesta: “Me pareció que con esta contestación tan clara y precisa a los señores
de “Novedades”, se les brindaba una buena oportunidad para conocer lo real y
verdadero de todo lo ocurrido en el embalsamamiento, con el cerebro y su
paradero. Mas no fue así. Después de haber mostrado tanto interés en su
encuesta durante varios meses, después de haber encontrado al testigo
presencial que tomó parte activa en los acontecimientos que ellos desean
conocer guardaron silencio profundo…Se acabó el interés…En la quietud de mi estudio,
meditando, dándole vueltas a las ideas, me pregunto, ¿qué pasó? Será que algún “vivito” incógnito provocó la
encuesta para saber si ya no queda testigo sobreviviente y sacar a luz el
“truco” del cerebro que quedó en el museo patológico extraído al joven anónimo
accidentado y presentado como de Rubén cuando ya no exista quien le pruebe lo
contrario? Por ese motivo me veo en el
penoso caso de relatar todo lo ocurrido, sintiendo muchísimo que estos
acontecimientos tristes y bochornosos sean recordados por lo macabro y por
tratarse de nuestro glorioso Poeta.”
El Prof. Edelberto
Torres, en su obra “La Dramática Vida de Rubén Darío”, refiere: “Durante cinco horas las cuchillas de los
cirujanos van y vienen de una a otra parte del tórax en la práctica de la
autopsia. Extraen el hígado, víctima del
alcohol, que se ha vengado en la vida del poeta. Su aspecto es blanquecino y su consistencia
dura. Extraen el corazón, que acusa la
presencia de grasa; extraen los pulmones, que están sanos; y extraen por fin los
riñones heroicos que eliminaron alcohol por más de treinta años. El día siguiente, antes de la hora del alba,
el doctor Debayle practica de nuevo su macabro oficio, ahora con una sierra que
con rítmico movimiento va penetrando en la caja ósea, hasta dejar a la vista el
hermoso cerebro con sus profundas hendiduras y sus destacadas
circunvoluciones. Extraído, muestra la
tercera circunvolución frontal izquierda
con un notable desarrollo. Y entonces
empieza a tener cumplida realidad el sueño de Darío. –Aquí está el depósito sagrado, aquí está
–dice el doctor Debayle, y con emoción sostiene entre sus manos la augusta
masa. La deposita enseguida en un
recipiente en que hay formalina y la entrega a don Andrés Murillo, el cuñado
fatídico. Debayle termina su labor
reincorporando el hemisferio craneano a la cabeza, la cual queda con toda
apariencia de integridad. Luego, como
tiene el propósito de hacer un estudio científico del cerebro, lo reclama a
Murillo, que tiene el recipiente, y se apodera de éste en un instante en que el
otro ha tenido que salir del cuarto.
Debayle presurosamente sale a la calle con la noble víscera, camino de
su casa; pero Murillo pide auxilio a los agentes de la policía que están allí y
éstos obligan al médico a regresar.
Murillo grita: -No se lo lleva usted.
–Sí que me lo llevo- contesta el otro.
A una orden de Murillo los policías echan mano del doctor Debayle, que
se ve obligado a entregar el depósito en que va el cerebro, el cual es llevado
a la Dirección de Policía. –El cerebro
es de la viuda, mi hermana; es una reliquia de la familia. –Así grita el codicioso
cuñado, maléfico para el genio hasta en la hora póstuma. Debayle, justamente indignado por el vejamen,
apenas puede decir: -Lo veremos. ¡Que la
autoridad lo decida!. El cerebro de
Rubén Darío permanece varias horas en la cárcel, mientras el director consulta
al Presidente de la República. Este
funcionario ordena que se le entregue a la viuda. Otro día el cerebro es llevado a Granada,
enviado al doctor Juan José Martínez, que intenta un estudio y publica los
resultados en un folleto de sesenta páginas, solo cinco de las cuales aluden al
cerebro. Las demás son disquisiciones
inoportunas y hasta impertinentes sobre asuntos literarios y de otra índole”.
Lo cierto del asunto, como
veremos en el próximo artículo, es que el cerebro que llevaron a Granada no era
el del poeta, pues ya se había operado un cambio, como lo relata el Dr.
Salvador Pérez Grijalba.
III PARTE
Siempre
basándonos en el importante escrito del Dr. Salvador Pérez Grijalba en la
Revista Enfoques, titulado “EL CEREBRO
DE RUBÉN DARÍO ESTÁ EN…”, al cual le conferimos gran confiabilidad, continuamos la relación
sobre este apasionante tema del cerebro de nuestro inmortal panida.
Gran impacto ha
causado entre las personas que han leído estos artículos, -sobre todos los
somoteños- vivamente interesados en todo
lo que atañe a Rubén Darío, conocer que el cerebro de la humilde somoteña llamada María Ruiz, de
oficio costurera, de aproximadamente 50 años –similar edad a la del poeta
cuando falleció- fue extraído el 10 de febrero de 1916 en el Hospital San
Vicente de León y se utilizó para sustituir el del gran poeta que se exhibía públicamente
en los momentos mismos en que se realizaban sus solemnes exequias en la Ciudad
Metropolitana.
RESCATE DEL CEREBRO DE
RUBÉN.
Cumplida a
cabalidad la misión encomendada al Dr. Salvador Pérez Grijalba –entonces
practicante de Medicina de la Universidad- el Dr. Luis H. Debayle procedió a
colocar el cerebro extraído a la señora Ruiz en el lugar donde estaba el de Darío y se procedió al
rescate del cerebro original. Así refiere
el Dr. Pérez Grijalba estos hechos:
“Este
cerebro (el extraído a la señora somoteña) lo entregué al maestro Debayle en la
noche de ese mismo día 10, ocultándolo en la clínica del Dr. E. Lara. El día 12 por la noche, a la hora de la
velada fúnebre en la Universidad me llamó el Dr. Debayle a su Biblioteca y cuál
fue mi sorpresa cuando me dijo: aquí te tengo esto; no preguntes nada, te he
llamado para que tratemos de conservarlo cuanto antes; mira, está muy
deteriorado…lo revisamos detenidamente y tomé las anotaciones de las
desgarraduras, partes destruidas, etc.
Luego
me ordenó lo llevara a ocultar (el cerebro) a la alcoba de Monseñor Pereira y
Castellón, situada en el tercer piso del torreón esquinero del Seminario. En ese instante llegaba el Br. Sérvulo
González (de toda confianza) quien era conocedor del sitio, siendo él el que lo
llevó a ocultar”.
CÓMO SE ENCONTRABA EL CEREBRO AL SER
RESCATADO.
De poco o nada sirvieron los cuidados de los
doctores Luis H. Debayle y Escolástico Lara, así como de su asistente el Dr.
Salvador Pérez Grijalba al realizar la trascendental operación para extraer el
cerebro de Rubén Darío, -nada menos, que el máximo referente de la
intelectualidad nicaragüense- con la noble finalidad de realizar un
meticuloso estudio científico del mismo, por la siniestra intervención de
Andrés Murillo, quien, con desmedida
codicia y aviesas pretensiones, arrebató
imprudentemente la preciada víscera causándole daños irreversibles, tales como
desgarraduras y desprendimientos,
los que detalla
en su mencionado escrito el Dr. Pérez Grijalba, en los siguientes
términos:
“Al revisar o
examinar el cerebro la noche del 12 de febrero en presencia del Dr. Debayle
encontramos: Lado derecho: -A- una
desgarradura como de tres centímetros en la cisura frontal inferior. –B- Desgarradura
como de cuatro cm. en el borde externo en el lóbulo frontal, principiando en la
cara externa y terminando en la cara inferior o base. –C- Desprendimiento con pérdida de
sustancia en el borde de la cisura lateral de Silvio, con desgarradura hacia la
cisura temporal media. –D- Desgarradura pequeña en la prolongación hacia atrás
dela cisura de Silvio. Lado izquierdo:
-A- Una desgarradura como de 4 cm. cerca del tercio superior de la cisura
central de Rolando; -B- Desgarradura como de tres cm. en la cisura
interparietal; -C- Desgarradura como de cuatro centímetros, profunda, en la
prolongación posterior de la cisura de Silvio; -D- Desgarradura profunda en la
unión de las cisuras de Silvio y de Rolando; -D- Desgarradura cisura temporal
media; -F- Desprendimiento con pérdida de sustancia en el borde externo del
lóbulo frontal, parte de la cara externa e inferior, con desgarradura hacia la
circunvolución frontal anterior.
CEREBELO. El lóbulo del lado
derecho ausente y el del lado izquierdo mutilado en sus dos tercios. Además presentaba irregularidades en su forma
externa y volumen debido al recipiente inadecuado en que lo colocó el raptor y
la falta de líquido apropiado para su conservación. El Dr. Lara hizo todo lo posible por
conservarlo en su forma primitiva preparando una sustancia a base de cera y
parafina; pero todo fue inútil. Todos
observábamos que perdía en altura y forma semejándose a una boina. Las circunvoluciones poco marcadas, los
grandes surcos o hendiduras desfiguradas por los desgarramientos y pérdidas de
sustancias en el día de la lucha, etc., etc.”.
RESPUESTA A UNA GRAN INCÓGNITA: ¿DÓNDE
ESTÁ EL CEREBRO DE DARÍO?
Para finalizar su interesantísimo articulo el Dr.
Salvador Pérez Grijalba y develar uno de los grandes misterios en la Historia
de Nicaragua como lo es el paradero del
cerebro de nuestro glorioso bardo, inserta un texto publicado en el mes de septiembre de 1962, en la edición No. 21 de los Cuadernos
Universitarios, en el que por sí solo se
explica por qué vino a hacerse del dominio público en forma tardía su
contenido. El texto dice textualmente:
“Fin del articulo Cerebro de Rubén Darío.- Después del fallecimiento de mis queridos
maestros el Dr. Luis H. Debayle (24 de marzo de 1938) y el Dr. Escolástico Lara
(16 de Agosto de 1939), me sentí libre del compromiso –el silencio prometido-
quise probar si Andrés Murillo o alguien pretendía o creían poseerlo o si
creían todavía que el cerebro que llevaron al Dr. Martínez era el auténtico.”.. Para esto, le di datos de lo ocurrido al
entonces Br. León Lara, hijo de mi maestro, insinuándole escribiera al respecto
en el Diario “El Centroamericano”, de León.
El articulo causó revuelo y fue comentado con el Sr. Embajador de la Argentina –si la
memoria no me falla era el Sr. Dn. Enrique Loudet. Yo esperaba la respuesta de Murillo en la
prensa y no la hubo. He escrito y
publicado lo anterior para terminar con las leyendas e historietas que tanto
mal nos causan en el exterior y que se sepa la verdad. El cerebro auténtico del inmortal
Panida nadie lo tiene, está, donde debe estar, en la tumba bajo las arcadas de
la Gran Basílica de la Muy Noble y Leal
Ciudad de Santiago de León de los Caballeros. Dr. Salvador Pérez Grijalba. Ex Catedrático de la Universidad de León.”
En su
mencionado escrito el doctor Pérez Grijalba refiere que el Dr.
Luis H. Debayle, días antes de sepultar el cerebro en su sitio definitivo,
considerando que ya presentaba mal
aspecto, le comunicó a Monseñor
Pereira y Castellón la decisión de enterrarlo en la tumba de Rubén Darío, lo que
aprobó el ilustre prelado y al efecto giró las instrucciones precisas para tan
fin a don Jorge Navarro, por lo que a
partir de ese acto, como dijo el mismo doctor Pérez Grijalba: “El cerebro
auténtico del inmortal Panida está donde debe estar”.
CONCLUSIÓN.
Son múltiples las especulaciones que
existen alrededor del cerebro de Rubén Darío: sobre los resultados del estudio que se le hizo y sobre todo sobre su
paradero. Muchos han creído tener la
posesión de ese preciado órgano y hasta se han protagonizado hechos violentos
para hacerse acreedores a su supuesta posesión. Es más, en numerosos textos aparece la
fotografía del cerebro de Rubén Darío, que a la luz de las revelaciones hechas
por el Dr. Pérez Grijalba, concluimos que no es el verdadero.
De acuerdo con
mi modesta opinión entre la infinidad de versiones que circulan sobre este
asunto, me inclino por aceptar sin un ápice de dudas, la que hemos presentado
en nuestra revista, fundamentándonos en el valioso testimonio escrito del Dr.
Salvador Pérez Grijalba al que le otorgamos la mayor credibilidad por el hecho
de que fue uno de los que participó en
la autopsia, embalsamamiento y extracción del cerebro de Rubén Darío, como la
persona de máxima confianza de los doctores Luis H. Debayle y Escolástico Lara,
sobre quienes se depositó la
responsabilidad de realizar estas intervenciones al cadáver de nuestro eximio
poeta inmediatamente después de su deceso.
Por otra parte,
de acuerdo con el Certificado de Defunción expedido en el Hospital San Vicente
de León, nos queda claro que una humilde coterránea nuestra llamada María Ruiz,
de oficio costurera, de aproximadamente cincuenta años, falleció en ese centro
el 10 de febrero de 1916 y, por las
circunstancias que se han relatado,
“aportó” su cerebro para hacer el cambio con el cerebro original de
Rubén Darío. Esto nos abre las puertas
para investigar quién era esa señora, el nombre de sus padres, de donde
podríamos inferir cómo y cuándo llegó a León y saber si aún tiene familiares
aquí en Somoto o en cualquier otro lugar, averiguación que para nosotros
reviste enorme interés, por cuanto en
forma pasiva se vio envuelta en un asunto de extraordinaria trascendencia.