miércoles, 3 de febrero de 2016

COMO SE CAMBIO EL CEREBRO
DE RUBEN DARIO
POR EL DE UNA SOMOTEÑA



I PARTE.


"Aquella misma noche el doctor Debayle y su compañero procedieron a hacer la autopsia y el embalsamamiento de mi cuerpo. Conservaron el corazón pero las otras vísceras fueron enterradas en el cementerio de Guadalupe, al lado del sepulcro de la tía abuela Bernarda. No contentos con lo hecho, los dos médicos extrajeron una horas después mi cerebro, y Debayle, diciendo que lo quería para hacer un estudio, se escapó con él. Andrés Murillo, al enterarse de lo sucedido, le hizo detener por la policía y hubo un altercado brutal. Mi cerebro fue depositado en la Dirección de la Policía en espera de una decisión del Gobierno. Éste resolvió entregárselo a Rosario, quien, a su vez, lo confió a otro médico rival de Debayle."   (Fragmento de la novela “Yo, Rubén Darío”,  Memorias Póstumas de un Rey de la Poesía” de IAN GIBSON,  Madrid 2002)

            Mucho se ha escrito sobre el cerebro de Rubén Darío, sobre todo los hechos penosos que se suscitaron una vez que se le hizo la extracción por el Dr. Luis Henry Debayle y su discípulo el Dr. Escolástico Lara, cuando el malévolo  cuñado del poeta Andrés Murillo, con fines nada científicos, se lo arrebató violentamente a Debayle, lo que ocasionó, mientras se dilucidaba la situación,  que  la noble víscera quedara “detenida” en la Dirección de Policía de León, hasta que las autoridades de Managua determinaron, insólitamente, se entregara a la familia Murillo.
            Presentamos  en esta edición un extracto del magnífico artículo del Dr. Salvador Pérez Grijalva escrito en la Revista Enfoques, donde se desenreda  toda  esta madeja y se establece  qué tuvo que ver, en forma pasiva  en el asunto,   una “humilde mujer venida de lejano lugar” –somoteña, según se verá adelante-  lo que conocerán, apreciados lectores,  en su momento.  También el Dr. Pérez Grijalba  asegura con propiedad dónde quedó el cerebro de Darío, pues él,  como alumno del Dr. Escolástico Lara, participó en la autopsia y tuvo conocimiento de hechos, que juró no revelar en vida de los doctores Debayle y Lara, juramento que cumplió a cabalidad.
            Como se han tejido innumerables versiones sobre el cerebro de Darío, su autenticidad,  su paradero, consideramos digna de la mayor credibilidad la del Dr. Pérez Grijalba por las razones apuntadas en el párrafo anterior y otras que,  constituyen un sólido sustento y se irán develando a lo largo de este artículo.


II PARTE

En nuestro artículo anterior, ciñéndonos al relato del Dr. Salvador Pérez Grijalba, médico que participó en la autopsia y extracción del cerebro de Rubén Darío dirigida por los doctores Luis Henry Debayle y Escolástico Lara, referíamos que el cerebro del panida fue cambiado, operación ejecutada por el primero y ordenada por   los últimos.  En esa relación el doctor Pérez Grijalba afirma, que él fue  testigo presencial de la autopsia, en la que tomó parte como practicante de medicina y discípulo de los maestros doctores Luis H. Debayle y Escolástico Lara.
La intervención del joven practicante de medicina fue más allá, siempre obedeciendo las órdenes de sus preceptores Debayle y Lara, pues llegó incluso a la extracción de otros cerebros en el Hospital San Vicente de León, todo con la finalidad de evitar que el cerebro de Darío cayera en manos de los inescrupulosos que pretendían traficar con él con abyectas finalidades.
El frío relato del doctor Pérez Grijalba en el que se refiere la extracción del cerebro de Rubén, así como la de otros cerebros para proceder a realizar el cambio, pareciera  un suceso tomado  de las páginas de esas novelas de ciencia ficción, donde en el silencio sepulcral de la noche,  maléficos científicos extraen cerebros para trasplantarlos a otros seres humanos con aviesas pretensiones.  Sin embargo, vemos que aquí, el caso de las  extracciones, si bien se hace en forma subrepticia,  no obedece a pérfidas maquinaciones con finalidades de lucro o algo parecido.

DEBAYLE Y LARA: PERSONAJES DE INCUESTIONABLE REPUTACIÓN.

El doctor Salvador Pérez Grijalba,  consciente  de la gravedad de estos  hechos, los justifica con la noble finalidad que lo han impulsado a realizarlos y comparte la responsabilidad con sus maestros, a la sazón los directores intelectuales,   de quienes escribe una semblanza en el mismo artículo, donde con rotundidad de argumentos exalta la reputación de ellos: conspicuas figuras del mundo de la  ciencia y personas  de inobjetable hombría de bien.   Dice de ambos galenos:
“…Figuras científicas vigorosas de Nicaragua, de alto kilataje (sic) moral y virtudes ciudadanas.  Ninguno de mis compañeros ha conocido a los profesores Debayle y Lara como yo, por haber convivido con ellos en la comunión de la idea y ajetreos profesionales cerca de 20 años; nadie como yo, ha conocido de sus afanes y preocupaciones científicas, sus grandezas y debilidades y es por eso que me considero con derecho a hablar de ellos.  Por viejos vínculos de amistad de nuestros padres tuve la oportunidad de estar al lado del Dr. Debayle desde que inicié mis estudios profesionales, luego como interno de la sala “Debayle” en el Hospital “San Vicente” de esta ciudad y después como Interno de su Casa de Salud en unión del Br. Sérvulo González.  Esa Casa de Salud que él fundó recién llegado de Francia, era el centro de sus actividades a donde concurrían los enfermos de toda la República y aun fuera de ella; esa casa de gloriosa recordación donde manifestó el maestro de manera singular su poderosa y privilegiada inteligencia, la habilidad y firmeza de sus manos; esa casa que poseía un museo patológico, el mejor de la República…… Con el Dr. Lara me unieron los vínculos del afecto, antes de iniciar mis estudios profesionales me llamó para ponerme al frente bajo su dirección del magnífico laboratorio clínico, el primero en su género en Nicaragua, que había traído de Hamburgo e instalado en su bien equipada clínica”.
“Debayle y Lara son los abanderados del movimiento científico en Nicaragua.  Debayle  fundador de la nueva escuela, innovador en el campo de la cirugía.  Lara, su discípulo predilecto e inseparable durante más de 30 años.  Para apreciar la labor y reconocer su verdadero valor y mérito, necesitamos colocarnos en aquella época en que les tocó actuar.  Veamos el estado en que se encontraba la Medicina y la Cirugía en la última mitad del siglo pasado.   Las ideas que reinaban, cómo eran los hospitales en toda la República, para convencerse de la magna obra y ardua tarea realizada.  Repito aquí lo que tantas veces me refería el doctor Lara para exaltar la obra de su maestro”.
“Desde la renovación llevada a cabo por el Dr. Debayle en el campo médico quirúrgico, nuestra Escuelas de Medicina no ha dejado de marchar constantemente a la par de la evolución científica.  Todo nuevo conocimiento que sale a luz es recogido por sus catedráticos y transmitido a la legión estudiantil.”
Con semejante presentación de credenciales que hace el Dr. Pérez Grijalba de sus eméritos preceptores, en las que ha incluido sus numerosos estudios en instituciones europeas, honrosos galardones, distinciones y cargos honoríficos, membresía en reputadas sociedades y congresos médicos, deja clara la percepción de  que hombres de semejante estatura científica y moral solamente toman decisiones que atañen al bien común.

PREPARACIÓN PARA LA AUTOPSIA.

Refiere el doctor Pérez Grijalba que la noche del 6 de febrero, cuando agonizaba el bardo, el Presidente de la Junta de Beneficencia ordenó al estudiante   Br. Francisco Baltodano C., Interno del Hospital,   trasladar  a la casa mortuoria el instrumental necesario para la autopsia y embalsamamiento, lo que cumplió inmediatamente, pues llegó acompañado de otros compañeros de su curso de Medicina que pretendían presenciar el acto.  Sin embargo se regresaron desilusionados, ya que por disposición superior no se les permitió en su momento presenciar la autopsia que principió a las 12 de la noche y terminó a las 5 y media de la mañana del día 7. 
La reacción de los frustrados estudiantes no se hizo esperar y al día siguiente expresaron su protesta por la prohibición de que fueron objeto, aduciendo que fue motivada por el temor de un fracaso en el diagnóstico de nuestros maestros, que era de Cirrosis hepática, en contradicción de lo que habían diagnosticado antes los galenos guatemaltecos que era Tuberculosis pulmonar.

PROCEDIMIENTO EN LA EXTRACCIÓN DEL CEREBRO.

La noche del 7 de febrero, una vez concluida la velada fúnebre de esa fecha, se trasladó el cadáver a la casa mortuoria para proceder a la extracción del cerebro.  La operación duró unas 3 horas, pues inició a eso de las 2 de la mañana y terminó como a las cinco del día 8.
De acuerdo con las notas y apuntes del doctor Escolástico Lara, la extracción del cerebro se realizó así:
Para el cerebro, introduciremos en la nariz un trocar fino y con un golpe moderado romperemos la tabla del etmoide, penetrando así en la cavidad craneana para introducir con facilidad la inyección y luego la solución de picro formol, con el objeto de endurecerlo y que conserve su forma ya fuera de la cavidad.  Para esto hay que dejarlo varias horas. (A Rubén se le extrajo el cerebro a las 24 horas).  Para extraer el cerebro, haremos la incisión corriente del cuero cabelludo, transversal, al nivel de los conductos auditivos externos.  Disecaremos hacia adelante, hasta las cejas y hacia atrás, hasta el occipucio.  Después haremos el corte común del cráneo para levantar la bóveda, etc., etc.  Haciendo el corte en su lugar de elección previa ligadura, etc.  Luego colocaremos algodón impregnado de bálsamo, etc. Reposición de la bóveda y sutura del cuero cabelludo.  Revisaremos las suturas, haremos la limpieza del cadáver, procediendo enseguida a envolver con bandas de franela impregnadas de la mezcla de bálsamo del Perú, mirra, etc., ajustándolas bien al cuerpo, dejando libres únicamente las manos y la cabeza.  Fijamos las bandas con alfileres y luego haremos el tocado con polvo facial, pintura o colorete, perfumes, etc.  Conforme.  E. Lara”.

LA EXTRACCIÓN DEL CEREBRO Y LA ABUSIVA INTROMISIÓN DE ANDRÉS MURILLO.

Relata descriptivamente  el doctor Pérez Grijalba   los trascendentales momentos de la extracción de la preciada  víscera:
Efectuada por las manos hábiles y expertas de mis maestros que deseaban no maltratar en lo mínimo la noble víscera, para conservarla íntegra, como una reliquia, en nuestra centenaria Universidad.   Momento solemne fue el contemplar el cerebro recién salido de la caja craneana.  Qué emoción me embargó al recibir de manos de mis maestros el cerebro para pesarlo y medirlo.  El cerebro y el líquido inyectado, todo en conjunto pesó 1,415 gramos.  Medido solo el cerebro tenía de longitud 18 centímetros, anchura 15 centímetros y altura 14 centímetros.  Colocar el casquete y suturar, etc., cuando vino lo inesperado: Andrés Murillo, el intruso penetró furtivamente al recinto y con garra felina las clava en la noble y delicada  víscera saliendo precipitadamente, corre tras él el Dr. Debayle con las manos enguantadas para rescatar la preciosa presa.  Se entabla la  lucha,  ¡Qué horror! Ya en la calle se oyen las voces de varios vecinos y transeúntes sobresaliendo la de Debayle sonora y lapidaria que decía: ”¡Suéltalo! ¡Bárbaro!”.  Entra un gendarme con el cerebro en las manos y lo coloca en un azafate de la mesa próxima.  Bastaron diez minutos para deformarlo; ahora parecía una gorra de los cadetes Saint Cyr.  Al romperse las ligaduras y desgarrar la masa y los vasos, todo el líquido se escapó.   Debayle tenía el delantal manchado por la solución inyectada.  El Dr. Lara exclamó: “todo nuestro trabajo ha sido inútil por la incomprensión”.  El cerebro fue llevado por el gendarme a la Dirección de Policía donde permaneció más de dos horas, esperando órdenes de Managua; al fin fue entregado a Murillo.  Entre tanto el señor Murillo lanzaba amenazas de muerte  al Profesor Debayle.

EL PLAN PARA CAMBIAR EL CEREBRO. CÓMO SE REALIZÓ.

Cuando se tributaban las honras fúnebres del excelso Príncipe de las Letras Castellana en  los primeros días el cerebro del vate, según Murillo de su propiedad,  se exhibía públicamente y el doctor Debayle, preocupado por la infamia que el perverso individuo pretendía con su negociación, llegó a la conclusión de que no debían quedarse de brazos cruzados permitiendo al codicioso cuñado salirse con la suya.  Fue así que concibió  la audaz  idea de cambiarlo, para lo cual   llamó al doctor Pérez Grijalba con quien conversó en su cuarto de su biblioteca. Sobre  esta secretísima plática el discípulo escribió   lo siguiente:
Espero me ayudes, debes actuar con rapidez, necesitamos un cerebro para hacer el cambio; no debemos permitir que el cerebro de Rubén nos lo arrebaten; es nuestro, de nuestra Universidad; pero antes prométeme una discreción absoluta, te lo pido en nombre de tus adorados padres, no debe decir ni una palabra de este asunto mientras yo viva, mira que Andrés es capaz de todo.  El Dr. hablaba  muy nervioso, emocionado yo únicamente me limité a decirle: Sí, maestro, así lo haré (rogando a Dios poder cumplir”.

EXTRACCIÓN DE OTRO  CEREBRO. PRIMER PASO PARA EL CAMBIO.

Con visible gravedad en su rostro, el  joven estudiante de Medicina  Salvador Pérez Grijalba se despidió del doctor Debayle sumamente preocupado, pero decidido a cumplir la delicada comisión encomendada.  Lo primero que hizo fue buscar información en el Hospital San Vicente y al efecto se contactó el miércoles 9 con el Br. Ramón Herrera Ruiz,  el interno de turno, quien  le informó que había una paciente a punto de morir.  El propio día jueves 10 de febrero,  en horas de la mañana,  se anunció su deceso y se avisó a los alumnos de disección que había un cadáver para los que deseaban trabajar.  El Dr. Pérez Grijalba refiere así el asunto en su nominado escrito:
“Trabajamos las horas reglamentarias y esperé el silencio de las horas vespertinas para, calladamente, acompañado del silencio de la sala, hacer la extracción del cerebro, tan deseado por las circunstancias, de una mujer humilde venida de lejano lugar.  El cerebro era voluminoso debido al edema, apropiado para hacer el cambio.  Se trataba de una mujer que había ingresado al Hospital el día 6 de febrero en estado comatoso, sin otro dato más por su estado mental.  Falleció el día 10 a las 7 de la mañana.”   El interno de turno en esa fecha, Br. Rodrigo Quezada expidió el correspondiente certificado de defunción de la infortunada mujer que llegó a morir lejos de su amada tierra.

CERTIFICADO DEL HOSPITAL y  RESULTA QUE,  LA DIFUNTA ERA ORIGINARIA DE SOMOTO.

En el mes de enero de 1941, a solicitud de parte interesada se extendió el documento que literalmente dice: “CERTIFICACIÓN. La suscrita Superiora del Hospital San Vicente certifica:  Que en el Libro de Defunciones años 1,913 a 1,924 hay una partida correspondiente al 10 de Febrero de 2016 que literalmente dice: Febrero 10 1,916.  A las 7 a.m. falleció de hemorragia cerebral, MARÍA RUIZ, parecía como de 50 años, se ignora cuáles eran sus padres.  Costurera. NAT. DE SOMOTO.  Esta enferma entró el día 6 del mismo mes y año según consta en el Libro de Entradas años de 1,915 a 1,922.  A solicitud de parte interesada extiendo la presente en la ciudad de León a los nueve días del mes de Enero de 1,941.- (f) Sor Matheu. Superiora del Hospital San Vicente- Aquí un sello- (Hago constar que el primer certificado extendido el 12 de Febrero de 1,916 por Sor Babled, entonces Superiora, se me traspapeló).
El doctor Pérez Grijalba refiere que el cerebro de la somoteña María Ruiz lo entregó en horas de la noche de ese mismo día 10 de febrero, ocultándolo en la clínica del Dr. Escolástico Lara.  Inmediatamente se procedió a realizar el cambio de cerebro y se recuperó el de Rubén Darío.

Después de todo esto –el arrebato del cerebro, la retención del mismo en la Dirección de Policía- surgió  un misterio que duró muchos años sobre, si el cerebro que se exhibía públicamente era el verdadero o no, lo que llevó al Diario Novedades en 1959 a realizar una encuesta con la finalidad de investigar sobre el paradero del mismo,  pues se llegó  incluso a afirmar que estaba en Argentina, que lo había adquirido el gobierno de ese país, o que lo tenía  el Diario La Nación, que negó categóricamente esta especie en cablegrama publicado en Novedades de 11 de noviembre de 1959, que textualmente  decía: “Buenos Aires, Nov. 10 de 1959.  Novedades, Managua, Nic.  Es absolutamente falso especia este Diario haya adquirido ni poseído nunca cerebro Rubén Darío; esto igualmente absurdo juzgamos noticia haya adquirídolo Gobierno argentino.  Ignoramos paradero cerebro; no tenemos información alguna respecto. Saludos. Diario “La Nación.”
            En carta del  Dr. León Lara Manning  (hermano del doctor Alejandro Lara Manning), muy recordado por lo somoteños, escrita  a “Novedades” en noviembre de 1959,  expresó: que “La inquietud científica del Dr. Debayle no tenía límites y su padre –el doctor Escolástico Lara- acompañaba a Debayle como un hijo a su padre.  Para ellos no fue pecado cambiar el cerebro de Rubén Darío, para que no cayera en manos profanas, esto es, no científicas.  Estoy seguro que ellos jamás pensaron que el cerebro sería remitido al Dr. Martínez (Juan José), quien es para Granada lo que Debayle era para León; mucho menos pensaron que escribiría sobre el “falso cerebro”.    “Existe un testigo presencial –continúa la carta- de estas cosas que entiendo que tiene datos precisos sobre el particular y que no he visto citado.  Se trata del doctor Salvador Pérez Grijalba, quien vive en León y fue alumno de mi padre y tomó como estudiante parte activa en estos hechos.  Le sugiero que invite el doctor Pérez Grijalva para que tome parte en esta discusión”.
            La exhortación del doctor León Lara motivó al Director de “Novedades” a comunicarse con el  doctor Pérez Grijalba, que le contestó lo siguiente:   “En respuesta a su mensaje telegráfico del día de ayer, en relación con la encuesta que el diario “Novedades” ha promovido para averiguar el paradero del cerebro de Rubén Darío, que fue extraído en ocasión a la autopsia que le fue practicada inmediatamente después de su fallecimiento, manifiesto a usted que siento muchísimo que estos acontecimientos  tristes sean removidos ahora, por cuanto la disputa promovida sobre la posesión de la noble víscera causó en su tiempo grave perjuicio a la reputación de los nicaragüenses en el exterior y los libros y referencias que se han escrito sobre la muerte del poeta, nos dejan muy mal parados por la macabra historia del embalsamamiento y posesión de sus despojos.   Debo manifestarle, que como testigo presencial de la autopsia, en la que tomé parte como practicante de medicina y discípulo de los maestros Doctores Luis H. Debayle y Escolástico Lara y también cómo participé de la extracción de otros cerebros realizadas en el Hospital San Vicente de esta ciudad para despistar la codicia de quienes querían traficar con el auténtico de Rubén,  puedo afirmar, que estoy en condiciones de identificar sin lugar a dudas ese cerebro, ayudado no solamente por mi memoria, sino que también por las notas tomadas en aquella ocasión y en las incidencias que posteriormente se suscitaron, notas que conservo,  labores de autopsia, conservación del cadáver, de las vísceras y de los métodos empleados por mis maestros para el buen éxito de su trabajo.   Deseo aclarar que no podría por ningún punto iniciar la referida identificación sin que antes, el supuesto cerebro si existiera en poder de alguien no se entregara de previo a la Universidad de León, pues este fue el encargo de mis maestros Debayle y Lara, cuya disposición expresa fue la de que en la Universidad quedara el cerebro del excelso Poeta, para ser venerado, reverenciado y expuesto a los que con disposición respetuosa y digna lo contemplaran y se evitara así el macabro espectáculo de verlo rodar y ser disputado por quienes no estaban ni están en capacidad de comprender la nobleza de las intenciones de mis queridos y referidos maestros, a quienes ayudé en todo momento en la enfermedad, muerte y autopsia de Rubén”
            En su referido artículo de la mencionada revista el doctor Salvador Pérez Grijalba manifiesta:  “Me pareció que con esta contestación tan clara y precisa a los señores de “Novedades”, se les brindaba una buena oportunidad para conocer lo real y verdadero de todo lo ocurrido en el embalsamamiento, con el cerebro y su paradero.  Mas no fue así.  Después de haber mostrado tanto interés en su encuesta durante varios meses, después de haber encontrado al testigo presencial que tomó parte activa en los acontecimientos que ellos desean conocer guardaron silencio profundo…Se acabó el interés…En la quietud de mi estudio, meditando, dándole vueltas a las ideas, me pregunto, ¿qué pasó?  Será que algún “vivito” incógnito provocó la encuesta para saber si ya no queda testigo sobreviviente y sacar a luz el “truco” del cerebro que quedó en el museo patológico extraído al joven anónimo accidentado y presentado como de Rubén cuando ya no exista quien le pruebe lo contrario?  Por ese motivo me veo en el penoso caso de relatar todo lo ocurrido, sintiendo muchísimo que estos acontecimientos tristes y bochornosos sean recordados por lo macabro y por tratarse de nuestro glorioso Poeta.”
            El Prof. Edelberto Torres, en su obra “La Dramática Vida de Rubén Darío”, refiere: “Durante cinco horas las cuchillas de los cirujanos van y vienen de una a otra parte del tórax en la práctica de la autopsia.  Extraen el hígado, víctima del alcohol, que se ha vengado en la vida del poeta.  Su aspecto es blanquecino y su consistencia dura.  Extraen el corazón, que acusa la presencia de grasa; extraen los pulmones, que están sanos; y extraen por fin los riñones heroicos que eliminaron alcohol por más de treinta años.  El día siguiente, antes de la hora del alba, el doctor Debayle practica de nuevo su macabro oficio, ahora con una sierra que con rítmico movimiento va penetrando en la caja ósea, hasta dejar a la vista el hermoso cerebro con sus profundas hendiduras y sus destacadas circunvoluciones.  Extraído, muestra la tercera circunvolución  frontal izquierda con un notable desarrollo.  Y entonces empieza a tener cumplida realidad el sueño de Darío.  –Aquí está el depósito sagrado, aquí está –dice el doctor Debayle, y con emoción sostiene entre sus manos la augusta masa.  La deposita enseguida en un recipiente en que hay formalina y la entrega a don Andrés Murillo, el cuñado fatídico.  Debayle termina su labor reincorporando el hemisferio craneano a la cabeza, la cual queda con toda apariencia de integridad.  Luego, como tiene el propósito de hacer un estudio científico del cerebro, lo reclama a Murillo, que tiene el recipiente, y se apodera de éste en un instante en que el otro ha tenido que salir del cuarto.  Debayle presurosamente sale a la calle con la noble víscera, camino de su casa; pero Murillo pide auxilio a los agentes de la policía que están allí y éstos obligan al médico a regresar.  Murillo grita: -No se lo lleva usted.  –Sí que me lo llevo- contesta el otro.  A una orden de Murillo los policías echan mano del doctor Debayle, que se ve obligado a entregar el depósito en que va el cerebro, el cual es llevado a la Dirección de Policía.  –El cerebro es de la viuda, mi hermana; es una reliquia de la familia. –Así grita el codicioso cuñado, maléfico para el genio hasta en la hora póstuma.  Debayle, justamente indignado por el vejamen, apenas puede decir: -Lo veremos.  ¡Que la autoridad lo decida!.  El cerebro de Rubén Darío permanece varias horas en la cárcel, mientras el director consulta al Presidente de la República.  Este funcionario ordena que se le entregue a la viuda.  Otro día el cerebro es llevado a Granada, enviado al doctor Juan José Martínez, que intenta un estudio y publica los resultados en un folleto de sesenta páginas, solo cinco de las cuales aluden al cerebro.  Las demás son disquisiciones inoportunas y hasta impertinentes sobre asuntos literarios y de otra índole”.  
Lo cierto del asunto, como veremos en el próximo artículo, es que el cerebro que llevaron a Granada no era el del poeta, pues ya se había operado un cambio, como lo relata el Dr. Salvador Pérez Grijalba.
 

III PARTE
 

         Siempre basándonos en el importante escrito del Dr. Salvador Pérez Grijalba en la Revista Enfoques, titulado “EL CEREBRO  DE RUBÉN DARÍO ESTÁ EN…”, al cual le conferimos  gran confiabilidad, continuamos la relación sobre este apasionante tema del cerebro de nuestro inmortal panida.
         Gran impacto ha causado entre las personas que han leído estos artículos, -sobre todos los somoteños-  vivamente interesados en todo lo que atañe a Rubén Darío, conocer que el cerebro de  la humilde somoteña llamada María Ruiz, de oficio costurera, de aproximadamente 50 años –similar edad a la del poeta cuando falleció- fue extraído el 10 de febrero de 1916 en el Hospital San Vicente de León y se utilizó para sustituir el del gran poeta que se exhibía públicamente en los momentos mismos en que se realizaban sus solemnes exequias en la Ciudad Metropolitana.

RESCATE DEL CEREBRO DE RUBÉN.

         Cumplida a cabalidad la misión encomendada al Dr. Salvador Pérez Grijalba –entonces practicante de Medicina de la Universidad- el Dr. Luis H. Debayle procedió a colocar el cerebro extraído a la señora Ruiz en el lugar  donde estaba el de Darío y se procedió al rescate del cerebro original.    Así refiere el Dr. Pérez Grijalba estos hechos:
Este cerebro (el extraído a la señora somoteña) lo entregué al maestro Debayle en la noche de ese mismo día 10, ocultándolo en la clínica del Dr. E. Lara.  El día 12 por la noche, a la hora de la velada fúnebre en la Universidad me llamó el Dr. Debayle a su Biblioteca y cuál fue mi sorpresa cuando me dijo: aquí te tengo esto; no preguntes nada, te he llamado para que tratemos de conservarlo cuanto antes; mira, está muy deteriorado…lo revisamos detenidamente y tomé las anotaciones de las desgarraduras, partes destruidas, etc.
Luego me ordenó lo llevara a ocultar (el cerebro) a la alcoba de Monseñor Pereira y Castellón, situada en el tercer piso del torreón esquinero del Seminario.  En ese instante llegaba el Br. Sérvulo González (de toda confianza) quien era conocedor del sitio, siendo él el que lo llevó a ocultar”.

CÓMO SE ENCONTRABA EL CEREBRO AL SER RESCATADO.

         De poco o nada sirvieron los cuidados de los doctores Luis H. Debayle y Escolástico Lara, así como de su asistente el Dr. Salvador Pérez Grijalba al realizar la trascendental operación para extraer el cerebro de Rubén Darío, -nada menos, que el máximo referente de la intelectualidad nicaragüense- con la noble finalidad de realizar un meticuloso  estudio científico  del mismo, por la siniestra intervención de Andrés Murillo, quien,  con desmedida codicia y aviesas pretensiones,  arrebató imprudentemente la preciada  víscera     causándole   daños irreversibles, tales como desgarraduras y desprendimientos,  los  que  detalla  en su mencionado escrito el Dr. Pérez Grijalba, en los siguientes términos:
Al revisar o examinar el cerebro la noche del 12 de febrero en presencia del Dr. Debayle encontramos:  Lado derecho: -A- una desgarradura como de tres centímetros en la cisura frontal inferior. –B- Desgarradura como de cuatro cm. en el borde externo en el lóbulo frontal, principiando en la cara externa y terminando en la cara inferior o base.      –C- Desprendimiento con pérdida de sustancia en el borde de la cisura lateral de Silvio, con desgarradura hacia la cisura temporal media. –D- Desgarradura pequeña en la prolongación hacia atrás dela cisura de Silvio.  Lado izquierdo: -A- Una desgarradura como de 4 cm. cerca del tercio superior de la cisura central de Rolando; -B- Desgarradura como de tres cm. en la cisura interparietal; -C- Desgarradura como de cuatro centímetros, profunda, en la prolongación posterior de la cisura de Silvio; -D- Desgarradura profunda en la unión de las cisuras de Silvio y de Rolando; -D- Desgarradura cisura temporal media; -F- Desprendimiento con pérdida de sustancia en el borde externo del lóbulo frontal, parte de la cara externa e inferior, con desgarradura hacia la circunvolución frontal anterior.  CEREBELO.  El lóbulo del lado derecho ausente y el del lado izquierdo mutilado en sus dos tercios.  Además presentaba irregularidades en su forma externa y volumen debido al recipiente inadecuado en que lo colocó el raptor y la falta de líquido apropiado para su conservación.  El Dr. Lara hizo todo lo posible por conservarlo en su forma primitiva preparando una sustancia a base de cera y parafina; pero todo fue inútil.   Todos observábamos que perdía en altura y forma semejándose a una boina.  Las circunvoluciones poco marcadas, los grandes surcos o hendiduras desfiguradas por los desgarramientos y pérdidas de sustancias en el día de la lucha, etc., etc.”.

RESPUESTA A UNA GRAN INCÓGNITA: ¿DÓNDE ESTÁ EL CEREBRO DE DARÍO?

         Para  finalizar su interesantísimo articulo el Dr. Salvador Pérez Grijalba y develar uno de los grandes misterios en la Historia de Nicaragua como lo es  el paradero del cerebro de nuestro glorioso bardo, inserta un texto publicado  en el mes de septiembre de 1962,  en la edición No. 21 de los Cuadernos Universitarios, en  el que por sí solo se explica por qué vino a hacerse del dominio público en forma tardía su contenido.  El texto dice textualmente:
Fin del articulo Cerebro de Rubén Darío.-   Después del fallecimiento de mis queridos maestros el Dr. Luis H. Debayle (24 de marzo de 1938) y el Dr. Escolástico Lara (16 de Agosto de 1939), me sentí libre del compromiso –el silencio prometido- quise probar si Andrés Murillo o alguien pretendía o creían poseerlo o si creían todavía que el cerebro que llevaron al Dr. Martínez era el auténtico.”..  Para esto, le di datos de lo ocurrido al entonces Br. León Lara, hijo de mi maestro, insinuándole escribiera al respecto en el Diario “El Centroamericano”, de León.  El articulo causó revuelo y fue comentado con  el Sr. Embajador de la Argentina –si la memoria no me falla era el Sr. Dn. Enrique Loudet.  Yo esperaba la respuesta de Murillo en la prensa y no la hubo.  He escrito y publicado lo anterior para terminar con las leyendas e historietas que tanto mal nos causan en el exterior y que se sepa la verdad.  El cerebro auténtico del inmortal Panida nadie lo tiene, está, donde debe estar, en la tumba bajo las arcadas de la Gran Basílica de la Muy Noble y   Leal Ciudad de Santiago de León de los Caballeros.  Dr. Salvador Pérez Grijalba.  Ex Catedrático de la Universidad de León.”
         En su  mencionado   escrito  el doctor Pérez Grijalba refiere que el Dr. Luis H. Debayle, días antes de sepultar el cerebro en su sitio definitivo, considerando que  ya presentaba mal aspecto,  le comunicó a  Monseñor Pereira y Castellón   la decisión de enterrarlo en la tumba de Rubén Darío, lo que aprobó el ilustre prelado y al efecto giró las instrucciones precisas para tan fin  a don Jorge Navarro, por lo que a partir de ese acto, como dijo el mismo doctor Pérez Grijalba: “El cerebro auténtico del inmortal Panida está donde debe estar”.

         CONCLUSIÓN.

         Son múltiples las especulaciones que existen alrededor del cerebro de Rubén Darío: sobre los resultados del  estudio que se le hizo y sobre todo sobre su paradero.  Muchos han creído tener la posesión de ese preciado órgano y hasta se han protagonizado hechos violentos para hacerse acreedores a su supuesta posesión.   Es más, en numerosos textos aparece la fotografía del cerebro de Rubén Darío, que a la luz de las revelaciones hechas por el Dr. Pérez Grijalba, concluimos que no es el verdadero.
         De acuerdo con mi modesta opinión entre la infinidad de versiones que circulan sobre este asunto, me inclino por aceptar sin un ápice de dudas, la que hemos presentado en nuestra revista, fundamentándonos en el valioso testimonio escrito del Dr. Salvador Pérez Grijalba al que le otorgamos la mayor credibilidad por el hecho de que fue uno de los  que participó en la autopsia, embalsamamiento y extracción del cerebro de Rubén Darío, como la persona de máxima confianza de los doctores Luis H. Debayle y Escolástico Lara, sobre quienes  se depositó la responsabilidad de realizar estas intervenciones al cadáver de nuestro eximio poeta inmediatamente después de su deceso.
         Por otra parte, de acuerdo con el Certificado de Defunción expedido en el Hospital San Vicente de León, nos queda claro que una humilde coterránea nuestra llamada María Ruiz, de oficio costurera, de aproximadamente cincuenta años, falleció en ese centro el 10 de febrero de 1916 y,  por las circunstancias que se han relatado,   “aportó” su cerebro para hacer el cambio con el cerebro original de Rubén Darío.   Esto nos abre las puertas para investigar quién era esa señora, el nombre de sus padres, de donde podríamos inferir cómo y cuándo llegó a León y saber si aún tiene familiares aquí en Somoto o en cualquier otro lugar, averiguación que para nosotros reviste enorme  interés, por cuanto en forma pasiva se vio envuelta en un asunto de extraordinaria trascendencia.