domingo, 30 de agosto de 2015

NUESTRO RIO MUSUNCE, 
UN CAUDAL DE HISTORIAS Y DE LEYENDAS


Artículo publicado la nuestra primera edición de la Revista MUSUNCE, 
                   correspondiente al mes de Mayo del 2007, escrito por Don Armando Núñez.
 
Dice una vieja leyenda que se ha trasmitido de  generación en generación, desde el tiempo de nuestros ancestros, que nuestra bella montaña Tepesomot (cerro de agua) tiene en su interior un enorme lago en donde habita una gran serpiente y que está amarrada con tres cabellos de la Virgen; que cuando los habitantes de Tepesomot de entonces se portaban mal, la serpiente se encolerizaba haciendo esfuerzos por soltarse, habiendo logrado ya por los años de 1900 reventar dos cabellos, por lo cual solo está sostenida por un cabello y que al reventar este último, la montaña estallará en agua e inundará las poblaciones aledañas, siendo la más perjudicada la ciudad de Somoto, ya que en sus orígenes fue una inmensa laguna.
                Esta bella montaña de la que nos habla la leyenda y que adorna por el sur el paisaje de nuestra ciudad, en tiempos de nuestros ancestros manaba agua por todos sus lados, y aún por la década del ´40 se le notaba un hermoso salto en su cima, que en los dias soleados del verano brillaba nítido e imponente al reflejo del sol, en medio de la verde espesura de su floresta, compuesta  para ese tiempo de robledales, encinos, icacos y una extensa variedad de flora, hoy desaparecida en su mayoría, ya por el fuego o el machete,  del mayor depredador de todo lo bello y bueno que la naturaleza nos regaló: EL HOMBRE.

                Nacían en la cara que da a Somoto, dos fuentes de agua de importancia, la primera en la parte de la Finca La Ilusión, que perteneció hasta el ´42 aproximadamente, al ciudadano alemán Francisco Sirque, al que le fue confiscada aprovechando la Segunda  Guerra Mundial; ahora esta propiedad pertenece a Don Armando Irías; allí nacía la primera fuente de agua, la que bajando de esas alturas pasaba  por El Rodeo, Quebrada de Agua, Santa Isabel hasta llegar a Aguas calientes por Santa Rosa.
                La segunda fuente acuífera, nacía siempre en la laderas de la montaña, un poco más abajo en el lugar llamado El Zapote, corriendo de sur a norte, bajando por Los Placeres formaba la poza de Las Lorenzas, estas eran dos rocas grandes en forma de pila, una encima de la otra, formando en conjunto un bello salto; aquí es el comienzo del río de Somoto o MUSUNCE, el cual en raudo recorrido, pasaba por Santa Teresa, llegando a la finca El Havillal de don Ramón Roque Ruiz, un señor talabartero de profesión y uno de los primeros evangélicos en esta ciudad. Se le llamaba “El Havillal” por la abundancia de este árbol lechoso y de fruto venenoso; ya para la década de 1930 la compró don Juan Benito Briceño Aguilera, y le cambió el nombre por El Erial, con el que todavía se le conoce.

                Ahí por donde hay una gran ceiba, nacía otra vertiente que, uniéndose a la que bajaba de la montaña, descargaba  sus aguas en un acantilado de pura piedra como de tres o más metros de altura, formando el famoso y estruendoso chorro de El Salto, algo magnífico y bello.
Siguiendo su curso, en terreno más plano, como a 300 metros llegaba a otro acantilado más bajo, formando allí el chorro de MUSUNCE como de metro y medio de alto, el balneario preferido de la población en ese entonces; unos metros  más abajo formaba la poza más grande y profunda y de más historia del río MUSUNCE, la famosa Poza Santa, como de dos metros de profundidad, en donde se decía que la iglesia guardaba sus imágenes y tesoros para resguardarlos de la rapiña de los piratas franceses e ingleses.   Se decía que en el fondo de estas pozas habían cuevas que se conectaban con el vecino cerro de Guacahallarán, hoy cerro de la Cruz, debido a que por 1920 una brigada de Jesuitas subió a su cima, porque se afirmaba que miraban fuegos fatuos por la noche, y clavaron una inmensa cruz de madera en su vértice, y desde entonces se le llama Cerro de la Cruz.
                Después de formar la Poza Santa, nuestro río descendía plácidamente siempre al norte, por la propiedad de los González pasando  por la salida de El Zapote y después formar la poza del Tirapiedras, nombre dado en ese entonces, porque decían que allí asustaban Formaba enseguida las pozas del Palo Blanco, El Chilamate, La Sabaneta, que era el lugar preferido de las lavanderas porque era una playa pequeña y de poca profundidad; enseguida en su recorrido, formaba la poza famosa del Michigüiste, de la cual se decía  del visitante que bebía de sus aguas, se quedaba por siempre a vivir en Somoto; esta poza quedaba al pie de un gran Michigüiste, por donde es hoy el puente que va hacia el Instituto  Nacional. Adelante, siguiendo su curso, estaba El Pasito y la Ceiba, que aún está en pie, en donde se formaba un codo de 45 grados para buscar la comunidad de Cacaulí. Por el puente de la salida a Managua recibía el refuerzo de la corriente que bajaba del cerro de Piedra Batea, entrando así con mayor fuerza a formar en Cacaulí la poza de Panamá, al pie de un árbol muy frondoso al que se le conoce también como Guarumo; en  el mismo
recorrido formaba la poza del  Talpetate, para luego vaciar sus aguas en el río Coco, en medio de San Luis y El Limón, en un lugar conocido como La Muyuta.

                Este era el recorrido del río de Somoto o MUSUNCE, de unos diez kilómetros aproximadamente desde su nacimiento hasta su desembocadura.  Es bueno señalar que corría por el lado Este paralelo a la población y que en sus riberas  existían fincas en donde habían mangos, café, coyoles, palo de hule, anonas, chilincocos, cacao, guanábanas y otros; tenía en su fauna silvestre guatuzas, ardillas, tepescuinte, conejos, venados, coyotes y más. En sus aguas encontrábamos filines, canechos y sardinas. La finca más famosa en ese tiempo  era la de don Antolín Talavera en las riberas del río, habían bastantes pozos de agua fresca, dulce y saludable; ya que el agua del casco urbano inexplicablemente es pesada y salobre.
                De la fuente que reforzaba la corriente del río MUSUNCE, antes de llegar a El Salto, o sea donde está la ceiba de El Erial, fue  donde se hizo la galería para dotar por vez primera  en 1957, de agua potable a la ciudad; es bueno reconocer que ha sido, sin lugar a dudas, el agua más sabrosa que hemos consumido por sistema de tubería.
                Es este un breve recorrido por la historia de un hermoso río, que aunque de corta extensión, existió en  nuestro querido Somoto, al cual todos nosotros, generaciones pasadas y presentes, nos hemos confabulado para desaparecerlo con todo y su flora, fauna y vida acuática además de sus bellas aves como la coba, el guardabarranco, el cenzontle, el güis, la urraca, las chorchas, etc., etc.  (Fin)