NUESTRO RIO MUSUNCE,
UN CAUDAL DE HISTORIAS Y DE LEYENDAS
Artículo
publicado la nuestra primera edición de la Revista MUSUNCE,
correspondiente al mes de Mayo del 2007, escrito por Don Armando Núñez.
Dice una vieja leyenda que se ha trasmitido de generación en generación, desde el tiempo de nuestros
ancestros, que nuestra bella montaña Tepesomot (cerro de agua) tiene en su
interior un enorme lago en donde habita una gran serpiente y que está amarrada
con tres cabellos de la Virgen; que cuando los habitantes de Tepesomot de
entonces se portaban mal, la serpiente se encolerizaba haciendo esfuerzos por
soltarse, habiendo logrado ya por los años de 1900 reventar dos cabellos, por
lo cual solo está sostenida por un cabello y que al reventar este último, la
montaña estallará en agua e inundará las poblaciones aledañas, siendo la más
perjudicada la ciudad de Somoto, ya que en sus orígenes fue una inmensa laguna.
Esta
bella montaña de la que nos habla la leyenda y que adorna por el sur el paisaje
de nuestra ciudad, en tiempos de nuestros ancestros manaba agua por todos sus
lados, y aún por la década del ´40 se le notaba un hermoso salto en su cima,
que en los dias soleados del verano brillaba nítido e imponente al reflejo del
sol, en medio de la verde espesura de su floresta, compuesta para ese tiempo de robledales, encinos,
icacos y una extensa variedad de flora, hoy desaparecida en su mayoría, ya por
el fuego o el machete, del mayor
depredador de todo lo bello y bueno que la naturaleza nos regaló: EL HOMBRE.
Nacían
en la cara que da a Somoto, dos fuentes de agua de importancia, la primera en
la parte de la Finca La Ilusión, que perteneció hasta el ´42 aproximadamente,
al ciudadano alemán Francisco Sirque, al que le fue confiscada aprovechando la
Segunda Guerra Mundial; ahora esta
propiedad pertenece a Don Armando Irías; allí nacía la primera fuente de agua,
la que bajando de esas alturas pasaba
por El Rodeo, Quebrada de Agua, Santa Isabel hasta llegar a Aguas
calientes por Santa Rosa.
La
segunda fuente acuífera, nacía siempre en la laderas de la montaña, un poco más
abajo en el lugar llamado El Zapote, corriendo de sur a norte, bajando por Los
Placeres formaba la poza de Las Lorenzas, estas eran dos rocas grandes en forma
de pila, una encima de la otra, formando en conjunto un bello salto; aquí es el
comienzo del río de Somoto o MUSUNCE, el cual en raudo recorrido, pasaba por
Santa Teresa, llegando a la finca El Havillal de don Ramón Roque Ruiz, un señor
talabartero de profesión y uno de los primeros evangélicos en esta ciudad. Se
le llamaba “El Havillal” por la abundancia de este árbol lechoso y de fruto
venenoso; ya para la década de 1930 la compró don Juan Benito Briceño Aguilera,
y le cambió el nombre por El Erial, con el que todavía se le conoce.
Ahí por
donde hay una gran ceiba, nacía otra vertiente que, uniéndose a la que bajaba
de la montaña, descargaba sus aguas en
un acantilado de pura piedra como de tres o más metros de altura, formando el
famoso y estruendoso chorro de El Salto, algo magnífico y bello.
Siguiendo su curso, en terreno más plano, como a 300 metros
llegaba a otro acantilado más bajo, formando allí el chorro de MUSUNCE como de
metro y medio de alto, el balneario preferido de la población en ese entonces;
unos metros más abajo formaba la poza
más grande y profunda y de más historia del río MUSUNCE, la famosa Poza Santa,
como de dos metros de profundidad, en donde se decía que la iglesia guardaba
sus imágenes y tesoros para resguardarlos de la rapiña de los piratas franceses
e ingleses. Se decía que en el fondo de
estas pozas habían cuevas que se conectaban con el vecino cerro de
Guacahallarán, hoy cerro de la Cruz, debido a que por 1920 una brigada de
Jesuitas subió a su cima, porque se afirmaba que miraban fuegos fatuos por la
noche, y clavaron una inmensa cruz de madera en su vértice, y desde entonces se
le llama Cerro de la Cruz.
Después
de formar la Poza Santa, nuestro río descendía plácidamente siempre al norte,
por la propiedad de los González pasando
por la salida de El Zapote y después formar la poza del Tirapiedras,
nombre dado en ese entonces, porque decían que allí asustaban Formaba enseguida
las pozas del Palo Blanco, El Chilamate, La Sabaneta, que era el lugar
preferido de las lavanderas porque era una playa pequeña y de poca profundidad;
enseguida en su recorrido, formaba la poza famosa del Michigüiste, de la cual
se decía del visitante que bebía de sus
aguas, se quedaba por siempre a vivir en Somoto; esta poza quedaba al pie de un
gran Michigüiste, por donde es hoy el puente que va hacia el Instituto Nacional. Adelante, siguiendo su curso,
estaba El Pasito y la Ceiba, que aún está en pie, en donde se formaba un codo
de 45 grados para buscar la comunidad de Cacaulí. Por el puente de la salida a
Managua recibía el refuerzo de la corriente que bajaba del cerro de Piedra
Batea, entrando así con mayor fuerza a formar en Cacaulí la poza de Panamá, al
pie de un árbol muy frondoso al que se le conoce también como Guarumo; en el mismo
recorrido formaba la poza del Talpetate, para luego vaciar sus aguas en el
río Coco, en medio de San Luis y El Limón, en un lugar conocido como La Muyuta.
Este
era el recorrido del río de Somoto o MUSUNCE, de unos diez kilómetros
aproximadamente desde su nacimiento hasta su desembocadura. Es bueno señalar que corría por el lado Este
paralelo a la población y que en sus riberas
existían fincas en donde habían mangos, café, coyoles, palo de hule, anonas,
chilincocos, cacao, guanábanas y otros; tenía en su fauna silvestre guatuzas,
ardillas, tepescuinte, conejos, venados, coyotes y más. En sus aguas
encontrábamos filines, canechos y sardinas. La finca más famosa en ese tiempo era la de don Antolín Talavera en las riberas
del río, habían bastantes pozos de agua fresca, dulce y saludable; ya que el
agua del casco urbano inexplicablemente es pesada y salobre.
De la
fuente que reforzaba la corriente del río MUSUNCE, antes de llegar a El Salto,
o sea donde está la ceiba de El Erial, fue
donde se hizo la galería para dotar por vez primera en 1957, de agua potable a la ciudad; es
bueno reconocer que ha sido, sin lugar a dudas, el agua más sabrosa que hemos
consumido por sistema de tubería.
Es este
un breve recorrido por la historia de un hermoso río, que aunque de corta
extensión, existió en nuestro querido
Somoto, al cual todos nosotros, generaciones pasadas y presentes, nos hemos
confabulado para desaparecerlo con todo y su flora, fauna y vida acuática además
de sus bellas aves como la coba, el guardabarranco, el cenzontle, el güis, la
urraca, las chorchas, etc., etc. (Fin)