LISIMACO AGUILERA "CHIMACO"
Artículo publicado por Ramón Mendoza Herrera
en la edición No. 70 de la Revista Musunce
.
En edición
anterior publicó Hugo Ramón García una
simpática anécdota sobre el original
pedimento que hicieron unos picaditos somoteños al doctor René Schick
Gutiérrez, durante su campaña presidencial, allá por 1962, que les generó,
gracias a su astucia y a la bondad del solicitado, nada menos que quinientos
córdobas –todo un tsunami etílico- que los mantuvo “en los brazos de Baco” por largos y recordados días.
En esa
anécdota se retrata de cuerpo entero a nuestros “piruquitas” de antaño: ocurrentes,
chispeantes, plenos de esa picardía sana que los llevaba a ser audaces, pero ante todo, eran muy respetuosos, cualidades que les facilitó el acceso donde estaba el ilustre visitante,
que como oficiante en el altar de Baco, compañero del somoteño Ramiro Armijo
Lozano, en su años de estudiante, rápidamente les “agarró la seña” y les dio el
retrato de Rubén Darío (billete de C$500) que en implícita petición le hicieran
por medio del vocero del grupo Salvador Pierrot, “Butute”, hombre de grave e
imponente voz que contribuyó al éxito de la urgente misión.
Me trajo esa
anécdota el recuerdo de don Lisímaco Aguilera, cariñosamente conocido como
“Chimaco”, que no es un apodo, sino un
hipocorístico, miembro de esa
“cofradía”, que no desentonaba en las características mencionadas en el párrafo anterior, a las cuales debemos agregar que eran muy laboriosos,
buenos obreros y sobre todo muy honestos y serviciales. Ellos no salían a pedir a la calle, buscaban
cómo hacer alguna faena, un mandado o cualquier servicio que les reportara “el
trago nuestro de cada día”.
“Chimaco”
era un hombre así: trabajador, servicial,
muy simpático, respetuoso y
dentro de sus ocurrencias estaba el uso ingenioso de palabras o conjunto de palabras a manera
de escaliche, germanía equivalente en nuestro medio al lunfardo argentino que
tanto aflora en los tangos.
A mediados
de la década de los 70 yo vivía con mi familia en una casa que alquilábamos cerca de la Plaza “11 de Noviembre” y como en
esa zona de la ciudad no existía aún el servicio de alcantarillado sanitario, había en la casa un sumidero, que en
determinadas épocas se rebalsaba y había que
escarbar un poco para sacar de un lodo putrefacto las aguas que provocaban un hedor terrible. Resulta que me preparaba para esa ingrata
tarea, cuando en eso apareció Chimaco y me saludó con su característica
cortesía y entablamos un rápido diálogo.
-Buenos
días, Juancito (siempre me confundía con mi hermano Juan). ¿No quiere que le ayude a hacer ese trabajito? Ando bien
enfermo y necesito un jarabe para curarme.
-Buenos
días, Chimaco, claro que sí. ¿Cuánto me
va a cobrar? Diez toallitas, pero si le
pone un ipegüe, tenga por seguro que no me enojo.
Pude notar
que el pobre hombre temblaba y tomando en consideración la ingrata faena que
iba a realizar acordé con él que le iba
a pagar quince córdobas; pero me puso
una condición: le iba a dar un adelanto para irse a tomar un poco de “jarabe” en la “clínica de la Muñoz”, una cantina que
él me señalaba con el dedo, para poder trabajar aliviado del mal que lo
aquejaba.
Le pregunté:
¿Y Butute, dónde está, me parece que los vi ayer juntos; - Está tocando arpa- me dijo. Yo le pregunté: - ¿y es que ahora es músico? - No- me aclaró, está en la presidencial. –No me diga que se lo llevó Schick a Managua
después del encuentro que tuvieron. –
No, Juancito, Butute luego que consiguió la quinina con el hombre ya no lo
volvió a ver. -¿Y cómo es eso de que
está en la presidencial? -Es que se lo
llevaron los jocotes cocidos y está
preso. -¿Y dónde lo agarraron? - Allá cerca del monasterio- me respondió. -¿Cuál
monasterio? Volví a preguntar? - Allá
donde la “Pelimex”, me aclaró.-
-Me va a
conseguir una pala para el rumbo, me
dijo. –¿Y su pala que la hizo, pues, le pregunté? --Está
empeñas blancas, mijito y necesito cinco tuzas para sacarla. – No quiero quedar como el Iscariote, me
dijo. ¿Cómo es lo del Iscariote? -Colgate-palmolive, por andarle haciendo
furuya al Colochón.
Después del
breve diálogo se fue a la “clínica” a
tomar el “jarabe” y vino
luego bien revitalizado a hacer el
trabajo. Una vez que terminó me dijo,
cuadrándose como militar : ¡Misión cumplida, Juancito, y siempre a la
orden! Aquí tiene sus quince pesos,
muchas gracias, le dije. Y él, sacando a
relucir esa honradez que siempre lo caracterizó, me dijo: - Un momento, solo son diez pesos los que me
debora; acuérdese que usted me dio un adelanto para la “medicina”. Me quedé admirado de la honestidad de aquel
hombre para quien esos cinco pesitos de más significaban mucho y sin embargo,
teniendo la oportunidad de incrementarlo a sus ingresos, me hizo la aclaración. –Es cierto, le respondí- no me acordaba,
pero como ese trabajo ha sido muy pesado agarre los quince pesos. –Muchas gracias, me dijo, dirigiéndome una
mirada llena de gratitud -y, le prometo que: - “Volveré”,
como dijo Mac Arthur.
EL PARECIDO
DE CHIMACO CON UN GRAN CINEASTA
Últimamente
me he deleitado viendo películas protagonizadas por el gran Clint Eatswood, el
famoso “Manco”, de “Por unos dólares más”.
En algunas de esas películas, donde aparece con mayor edad, como El Gran
Torino, me parece encontrar un gran
parecido con “Chimaco”, pero lamentablemente no tenía una fotografía de él para
hacer la comparación. Pues bien, en un
encuentro con mi amigo el atleta-pintor-arqueólogo y sobre todo, “somotólogo”,
Armando Mejía Godoy, me facilitó la fotografía que aparece en este artículo y reitero
que encuentro ese parecido entre Clint y Chimaco. Juzguen, ustedes, amigos lectores, viendo
las fotografías si encuentran alguna
similitud entre ambos. Por mi parte, cuando estoy viendo a Clint
Eastwood en una película, me digo
mentalmente: “Ese es “Chim” Eastwood”.