viernes, 4 de septiembre de 2015

LISIMACO AGUILERA "CHIMACO"

Artículo publicado por Ramón Mendoza Herrera
en la edición No. 70 de la Revista Musunce


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En edición anterior publicó Hugo Ramón García  una simpática anécdota sobre el original  pedimento que hicieron unos picaditos somoteños al doctor René Schick Gutiérrez, durante su campaña presidencial, allá por 1962, que les generó, gracias a su astucia y a la bondad del solicitado, nada menos que quinientos córdobas –todo un tsunami etílico- que los mantuvo  “en los brazos de Baco” por  largos y recordados días.

En esa anécdota se retrata de cuerpo entero a nuestros “piruquitas” de antaño:  ocurrentes,  chispeantes, plenos de esa  picardía sana  que los llevaba a ser  audaces, pero ante  todo, eran  muy  respetuosos, cualidades que les facilitó  el acceso donde estaba el ilustre visitante, que como oficiante en el altar de Baco, compañero del somoteño Ramiro Armijo Lozano, en su años de estudiante, rápidamente les “agarró la seña” y les dio el retrato de Rubén Darío (billete de C$500) que en implícita petición le hicieran por medio del vocero del grupo Salvador Pierrot, “Butute”, hombre de grave e imponente voz que contribuyó al éxito de la urgente  misión.

Me trajo esa anécdota el recuerdo de don Lisímaco Aguilera, cariñosamente conocido como “Chimaco”,  que no es un apodo, sino un hipocorístico,  miembro de esa “cofradía”, que no desentonaba en las características  mencionadas  en el párrafo anterior, a las  cuales  debemos agregar que eran muy laboriosos, buenos obreros y sobre todo muy honestos y serviciales.  Ellos no salían a pedir a la calle, buscaban cómo hacer alguna faena, un mandado o cualquier servicio que les reportara “el trago nuestro de cada día”.
“Chimaco” era un hombre así: trabajador, servicial,  muy simpático,  respetuoso y dentro de sus ocurrencias estaba el uso ingenioso  de palabras o conjunto de palabras a manera de escaliche, germanía equivalente en nuestro medio al lunfardo argentino que tanto aflora en los tangos.

A mediados de la década de los 70 yo vivía con mi familia en una casa que alquilábamos  cerca de la Plaza “11 de Noviembre” y como en esa zona de la ciudad  no existía aún  el servicio de alcantarillado sanitario,  había en la casa un sumidero, que en determinadas épocas se rebalsaba y había que  escarbar un poco para sacar de un lodo putrefacto  las aguas  que provocaban un hedor terrible.   Resulta que me preparaba para esa ingrata tarea, cuando en eso apareció Chimaco y me saludó con su característica cortesía y entablamos un rápido diálogo.
-Buenos días, Juancito (siempre me confundía con mi hermano Juan). ¿No quiere  que le ayude a hacer ese trabajito? Ando bien enfermo y necesito un jarabe para curarme.
-Buenos días, Chimaco, claro que sí.  ¿Cuánto me va a cobrar?  Diez toallitas, pero si le pone un ipegüe, tenga por seguro que no me enojo.  

Pude notar que el pobre hombre temblaba y tomando en consideración la ingrata faena que iba a realizar acordé con él  que le iba a pagar  quince córdobas; pero me puso una condición: le iba a dar un adelanto para irse a tomar un poco de “jarabe”  en la “clínica de la Muñoz”, una cantina que él me señalaba con el dedo, para poder trabajar aliviado del mal que lo aquejaba.
Le pregunté: ¿Y Butute, dónde está, me parece que los vi ayer juntos;  - Está tocando arpa- me dijo.  Yo le pregunté: - ¿y es que ahora es músico?  - No- me aclaró, está en la presidencial.   –No me diga que se lo llevó Schick a Managua después del encuentro que tuvieron.   – No, Juancito, Butute luego que consiguió la quinina con el hombre ya no lo volvió a ver.  -¿Y cómo es eso de que está en la presidencial?    -Es que se lo  llevaron los jocotes cocidos y está preso.  -¿Y dónde lo agarraron?  - Allá cerca del monasterio- me respondió.   -¿Cuál monasterio? Volví a preguntar?  - Allá donde la “Pelimex”, me aclaró.-
-Me va a conseguir una pala para el rumbo,      me dijo.   –¿Y su pala que la hizo, pues, le pregunté? --Está empeñas blancas, mijito y necesito cinco tuzas para sacarla.  – No quiero quedar como el Iscariote, me dijo.   ¿Cómo es lo del Iscariote?  -Colgate-palmolive, por andarle haciendo furuya al Colochón.

Después del breve diálogo se fue a la “clínica”  a tomar  el “jarabe” y   vino luego  bien revitalizado a hacer el trabajo.   Una vez que terminó me dijo, cuadrándose como militar : ¡Misión cumplida, Juancito, y siempre a la orden!  Aquí tiene sus quince pesos, muchas gracias, le dije.  Y él, sacando a relucir esa honradez que siempre lo caracterizó, me dijo:  - Un momento, solo son diez pesos los que me debora; acuérdese que usted me dio un adelanto para la “medicina”.   Me quedé admirado de la honestidad de aquel hombre para quien esos cinco pesitos de más significaban mucho y sin embargo, teniendo la oportunidad de incrementarlo a sus ingresos, me hizo la aclaración.    –Es cierto, le respondí- no me acordaba, pero como ese trabajo ha sido muy pesado agarre los quince pesos.    –Muchas gracias, me dijo, dirigiéndome una mirada  llena de gratitud  -y, le prometo que:   - “Volveré”, como dijo Mac Arthur.

EL PARECIDO DE CHIMACO CON UN GRAN CINEASTA
Últimamente me he deleitado viendo películas protagonizadas por el gran Clint Eatswood, el famoso “Manco”, de “Por unos dólares más”.    En algunas de esas películas, donde aparece con mayor edad, como El Gran Torino,  me parece encontrar un gran parecido con “Chimaco”, pero lamentablemente no tenía una fotografía de él para hacer la comparación.   Pues bien, en un encuentro con mi amigo el atleta-pintor-arqueólogo y sobre todo, “somotólogo”, Armando Mejía Godoy, me facilitó la fotografía que aparece en este artículo y  reitero  que encuentro  ese parecido entre  Clint y Chimaco.   Juzguen, ustedes, amigos lectores, viendo las fotografías si   encuentran alguna similitud  entre ambos.    Por mi parte, cuando estoy viendo a Clint Eastwood  en una película, me digo mentalmente:  “Ese es “Chim” Eastwood”.